1 de noviembre de 2011

Los primeros días


Y llegó el momento…. por fin tienes a tu hijo en brazos! La espera ha terminado y ahora empieza una nueva etapa. ¿Cómo vivirá tu pequeño estos primeros momentos contigo?







Si es que existen momentos de la vida que te marcan para siempre, sin duda uno de los más importantes es aquel en que sostienes por primera vez a tu hijo en los brazos.


Si para ti, que lo esperaste con impaciencia, la incertidumbre es enorme; imagina como toma por sorpresa a tu hijo todos estos cambios inesperados.

Dentro del útero vivía en la penumbra y percibía los ruidos amortiguados por el líquido amniótico. Lo que más oía era tu voz, los latidos de tu corazón y los sonidos de tu cuerpo.
No le faltaba nunca alimento y respiraba sin esfuerzo a través del cordón umbilical. Estaba contenido por las paredes uterinas y se dormía dentro de su globo de agua con el vaivén de tus movimientos.

Una vez que nace ya nada es igual. Tiene que acostumbrarse a la luz, a estar sin “envoltorio protector”, al aire, a respirar y a comer solito, a mantenerse caliente...
Por eso es tan importante el cuidado y cariño que le puedas entregar para ayudarlo en este proceso de adaptación y confía en tu instinto, te dirá que hacer:
•           Mantenlo cerca de ti. Sentir tu presencia, escucharte y olerte le reconfortará. Después de vivir nueve meses en tu interior aún se siente parte de ti. Acuéstalo a tu lado o en su cunita, pero pon ésta junto a tu cama.
•           Aliméntalo a demanda. Intenta darle la toma antes de que te la pida llorando. Obsérvalo y verás que te hace saber que tiene hambre por medio de varias señales: realiza movimientos de succión con la boca, se chupa el puño, se relame los labios, babea, se mueve inquieto...
•           Disfruta de la toma con él. Se trata de un momento muy especial para los dos, en el que no sólo le satisfaces el hambre, también le transmites tu ternura y tu amor.
•           Atiéndelo en cuanto llore. El llanto es la única manera de la que dispone por ahora para expresar sus necesidades. Pero no te confundas, porque no siempre llorará por hambre: también puede llorar porque se siente solo y quiere sentir el contacto físico, una necesidad imperiosa en el recién nacido. Lo que más le calma son los mecimientos y tu voz.
•           Protégelo del exceso de estímulos. Al bebé le asaltan las sensaciones por los ojos, las orejas, la nariz, la piel... Todo lo vive como un torbellino confuso. Evita las voces estridentes, los ruidos fuertes, las luces brillantes y pasarlo de brazos en brazos.

Es cierto, se ve tan frágil e indefenso, pero si lo observas con detención te sorprenderán todas las habilidades con que ha nacido para hacer frente a la vida.

•           El olfato. Si lo ponen sobre tu pecho es capaz de encontrar tu pezón. El olor que éste desprende es parecido al del líquido amniótico y mediante movimientos trepadores avanza hacia él. Podría distinguirte entre dos mamás, porque te conoce por tu olor.
•           El tacto. Lo tiene muy desarrollado y por eso le encanta que le cojas. Su boca es como una antena para explorar. En ella se concentra el mayor número de receptores táctiles.
•           La vista. Desde el momento de nacer el bebé busca la mirada de su madre, aunque sólo puede distinguirla bien a 25 centímetros de distancia. La cara humana le fascina. Esto indica que la comunicación es esencial para su supervivencia.
•           El oído. Prefiere los sonidos suaves (en el útero lo escuchó todo amortiguado) y los repetidos, seguramente porque le recuerdan a los latidos de tu corazón.
•           El gusto. Está habituado a tragar líquido amniótico, que sabe dulzón. Por eso le gustan tanto los alimentos dulces, como la leche materna.

Tu puedes hacer que su llegada al mundo sea más amable si lo llenas de cariño y cuidado. Tus atenciones lo ayudaran a sentirse seguro y poco a poco verás como se adapta y comienza a disfrutar.

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