Realizar masajes a l@s niñ@s no es nada nuevo, es una tradición ancestral que sólo se ha revalorizado en los últimos años por el indiscutible efecto positivo que tiene transmitir amor a través de caricias para el desarrollo emocional de l@s niñ@s.
A través del contacto físico podemos reforzar el vínculo de amor y cercanía con nuestros niñ@s y, a la vez, el masaje infantil aporta algunos beneficios adicionales como
-Ayuda a regular y reforzar las funciones respiratorias, aumentando el peso en los bebés (muy indicado, por tanto, para los niños prematuros), activa la circulación y mejora el tono muscular.
-Estimula el sistema nervioso central, impulsando el desarrollo de los sentidos, de la psicomotricidad y de las conexiones neuronales, así como el sistema inmunológico al incrementar las células de defensa que destruyen microorganismos en procesos infecciosos
-Es una excelente manera de calmar a un bebé inquieto. Además los bebés a los que se les masajea están más alerta y activos cuando están despiertos, duermen mejor y cogen más peso. También tienden a tener mejor carácter, a ser más sociables y a llorar menos.
-Ayuda a regular las funciones gastrointestinales, solucionando las molestias causadas por los cólicos, los gases y el estreñimiento.
-Fomenta la relajación del niño, reduciendo su estrés diario y favoreciendo el sueño. Siguiendo técnicas específicas se ayuda al bebé a relajarse como respuesta al placer de las caricias.
-Se convierte en un poderoso medio de comunicación con los pequeños, intensificando con ello la comunicación afectiva y no verbal
-Además, los masajes estimulan la formación del calcio, evitan el estreñimiento, y estimulan la actividad del aparato locomotor de los niños.
Al elegir un momento para inicia el masaje, es importante considerar que el niño esté sano, despierto y en un ambiente cálido. Cuidando estas indicaciones, puedes empezar a hacerlo preferiblemente a partir de la segunda semana. Al comienzo los masajes deben ser suaves, casi como una caricia, en extremidades, espalda y cara.
Prepara el espacio físico escogiendo un lugar cómodo, sobre una superficie suave y lisa donde recostar al bebé. Mantén la habitación a una temperatura agradable. Pon música relajante y no olvides tener a mano un pañal y una toalla, por si fuera necesario.
El mejor momento para practicar un masaje es después del baño, puede ser con el bebé desnudo o con la ropa suave y cómoda como una camiseta o body de algodón.
Para reducir la fricción sobre su delicada piel utiliza aceite para bebés o aceite de almendras, -que deberá estar templado- aplicando la cantidad necesaria para que las manos se deslicen con facilidad por el cuerpo del pequeño. Empieza dando toques ligeros e incrementa gradualmente la presión para que el niño se acostumbre. Ten la precaución de testear en una pequeña superficie de la piel de tu bebé el aceite que usarás a fin de comprobar que no produce reacciones alérgicas en su piel. Trabaja todo su cuerpo, masajeando los lados con caricias uniformes. Manteniendo tu rostro cerca del bebé, mirándole a los ojos mientras le das el masaje. Sea cual sea la posición del masaje, tanto el niño como el padre o la persona que le esté dando el masaje, tienen que sentirse cómodos. La eficacia del masaje también depende de esto.
Los recién nacidos suelen tener un período de atención bastante breve, por lo que el masaje debe consistir sólo en unas cuantas repeticiones de cada técnica. Ten en cuenta que con esta técnica estás enseñando a tu bebé a relajarse de una manera consciente, lo que constituirá una gran ventaja para él a la hora de hacer frente a las presiones del crecimiento.

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