Todos los mamíferos, en especial los que viven en grupos y
sobre todo los primates, comparten comportamientos instintivos que implican el
sentido del tacto. Incluso los herbívoros, los mamíferos lamen a las crías para
limpiarlas inmediatamente después del parto, eliminando así el rastro olfativo
que podría atraer a depredadores, o para estimular la micción (el que haya
tenido gatos lo sabe).
Lamerse, mordisquearse, acariciarse, despiojarse, besarse…la
piel es el mayor órgano del cuerpo y su función no es únicamente protegernos
del ambiente exterior, sino actuar como transmisor de un montón de mensajes.
Entre nuestros parientes más próximos, como los bonobos, el
sentido del tacto es imprescindible para construir buenas relaciones sociales.
Los bonobos, una especie de chimpancé muy pacífico, se pasan el día “metiéndose
mano”, los investigadores achacan a este comportamiento todas sus virtudes: son
altruistas, amigables y sobre todo discuten poco entre ellos. La oxitocina es
lo que tiene. Un bicho curioso, éste bonobo con el que compartimos el 98% de
los genes. Como curiosidad he de decir que forman sociedades matriarcales.
Nace un bebé humano y lo primero que hace el sistema (por
llamarlo de alguna forma) es separarlo de la madre. No lo cojas que se acostumbra,
te dicen la abuelas. Y este mito, uno de los más extendidos en la sociedad
occidental, es, simple y llanamente, falso.
Los bebés no se acostumbran a estar en brazos porque estar
en brazos no es más que permanecer en contacto piel con piel, exactamente igual
que como ha estado hasta el momento de su nacimiento. En el útero la piel del
bebé es el principal y casi único sentido útil para comunicarse con el
“exterior”. Los bebés nacen acostumbrados a estar en brazos, o lo que es lo
mismo, pegados a mamá y el refrán debería ser al contrario: cógelo porque es lo
que necesita.
El sentido del tacto es fundamental para el desarrollo del
cerebro humano. Y también para la estabilidad emocional adulta.
Llegará un momento, alrededor de los seis u ocho meses, en
el que tu bebé, que mantiene el vínculo primario que se inicia con la
concepción con su madre, querrá explorar el mundo y entonces no querrá que lo
cojas. En algún momento de su vida, sobre los ocho años, ya no querrá ni que lo
beses en público, si esto es instintivo o cultural nunca lo sabremos, pero lo
que está claro es que hay que aprovechar.
Coge a tu bebé en brazos, no vaya a ser que se acostumbre a
no quererlos y entonces seas tú la que te quedes con una carencia afectiva.
Para la Semana Internacional de la Crianza en Brazos.
Escrito por Irene Garcia
Fuente: sermamas.es
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