29 de enero de 2014

No lo cojas que se acostumbra

Todos los mamíferos, en especial los que viven en grupos y sobre todo los primates, comparten comportamientos instintivos que implican el sentido del tacto. Incluso los herbívoros, los mamíferos lamen a las crías para limpiarlas inmediatamente después del parto, eliminando así el rastro olfativo que podría atraer a depredadores, o para estimular la micción (el que haya tenido gatos lo sabe).


Lamerse, mordisquearse, acariciarse, despiojarse, besarse…la piel es el mayor órgano del cuerpo y su función no es únicamente protegernos del ambiente exterior, sino actuar como transmisor de un montón de mensajes.


Entre nuestros parientes más próximos, como los bonobos, el sentido del tacto es imprescindible para construir buenas relaciones sociales. Los bonobos, una especie de chimpancé muy pacífico, se pasan el día “metiéndose mano”, los investigadores achacan a este comportamiento todas sus virtudes: son altruistas, amigables y sobre todo discuten poco entre ellos. La oxitocina es lo que tiene. Un bicho curioso, éste bonobo con el que compartimos el 98% de los genes. Como curiosidad he de decir que forman sociedades matriarcales.

Nace un bebé humano y lo primero que hace el sistema (por llamarlo de alguna forma) es separarlo de la madre. No lo cojas que se acostumbra, te dicen la abuelas. Y este mito, uno de los más extendidos en la sociedad occidental, es, simple y llanamente, falso.

Los bebés no se acostumbran a estar en brazos porque estar en brazos no es más que permanecer en contacto piel con piel, exactamente igual que como ha estado hasta el momento de su nacimiento. En el útero la piel del bebé es el principal y casi único sentido útil para comunicarse con el “exterior”. Los bebés nacen acostumbrados a estar en brazos, o lo que es lo mismo, pegados a mamá y el refrán debería ser al contrario: cógelo porque es lo que necesita.

El sentido del tacto es fundamental para el desarrollo del cerebro humano. Y también para la estabilidad emocional adulta.

Llegará un momento, alrededor de los seis u ocho meses, en el que tu bebé, que mantiene el vínculo primario que se inicia con la concepción con su madre, querrá explorar el mundo y entonces no querrá que lo cojas. En algún momento de su vida, sobre los ocho años, ya no querrá ni que lo beses en público, si esto es instintivo o cultural nunca lo sabremos, pero lo que está claro es que hay que aprovechar.

Coge a tu bebé en brazos, no vaya a ser que se acostumbre a no quererlos y entonces seas tú la que te quedes con una carencia afectiva.


Para la Semana Internacional de la Crianza en Brazos.

Escrito por   Irene Garcia

Fuente: sermamas.es

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